Juan Manuel Vera
Texto publicado en Iniciativa
Socialista nº 28, febrero 1994
"La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo
para los miembros de un partido (por numeroso que éste sea) no es
libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad
para el que piensa de manera diferente"
(Rosa Luxemburgo)
Cada 15 de enero se cumple el aniversario de los asesinatos de Rosa
Luxemburgo y de Karl Liebknecht, los dirigentes históricos del ala
izquierda de la socialdemocracia alemana. El 15 de enero de 1919, el culatazo
del fusil de un soldado del viejo ejército del Káiser ponía
fin a la apasionada y apasionante existencia de una de las figuras más
destacadas del movimiento socialista europeo: Rosa Luxemburgo.
Son numerosas sus aportaciones polémicas al debate socialista:
sus posiciones sobre la huelga de masas, su afirmación de la capacidad
creativa y espontaneidad de la clase obrera, la crítica al leninismo
organizativo, su polémica oposición al derecho de autodeterminación
en el capitalismo, sus trabajos sobre la acumulación de capital,
la defensa del internacionalismo obrero, etc.
La visión de Rosa Luxemburgo sobre la importancia de la autonomía
de las masas para la construcción del socialismo y su concepción
no instrumental de la democracia representan un recordatorio obligado para
comprender la diversidad de orientaciones existentes entre los revolucionarios
de las primeras décadas del siglo. Al mismo tiempo, obliga a reflexionar
sobre la intensa marginación a la que fue sometido su pensamiento
por parte de las izquierdas posteriores.
Para recordar la figura de Rosa Luxemburgo parece especialmente oportuno
un breve análisis de sus opiniones sobre la cuestión democrática,
planteadas en su célebre folleto La revolución rusa,
demostrativas de la actualidad y vigencia de su compromiso político
y moral. Escrito en 1918 en la carcel de Breslau e incompleto, Rosa envió
un borrador de su trabajo en septiembre de 1918 a Paul Levi. Dicho texto
expresa simultáneamente su solidaridad con la revolución
rusa y una ardorosa defensa de la democracia que refleja fielmente la triple
e inseparable dimensión del pensamiento y la obra de Rosa Luxemburgo:
socialista, demócrata y revolucionaria.
Rosa y la revolución rusa
Rosa Luxemburgo entendió desde el inicio de la revolución
en febrero de 1917 la continuidad entre dicho proceso y la anterior revolución
de 1905. En su primera aproximación señalaba "...una vez
en la brecha, la energía revolucionaria del proletariado ruso emprenderá,
con la misma lógica ineluctable, la vía de una acción
democrática y social radical y adoptará de nuevo el programa
de 1905: república democrática, jornada de 8 horas, expropiación
de los grandes terratenientes...".Al mismo tiempo, vincula expresamente
la revolución con la lucha por la paz. "... Pero de ello emana en
primer lugar para el proletariado socialista de Rusia la más urgente
de las consignas, indisolublemente unida a todo lo demás: ¡Fin
a la guerra imperialista!" (Cartas de Espartaco). Rosa Luxemburgo se sitúa
en el campo de la solidaridad con la revolución de octubre: "El
levantamiento de octubre no solamente ha servido para salvar efectivamente
la revolución rusa, sino también para salvar el honor del
socialismo internacional". Sin embargo, desde el principio Rosa Luxemburgo
es consciente de la tragedia que supondría el aislamiento de la
revolución (carta a Luise Kautsky del 24 de noviembre), del cual
culpa a las direcciones chovinistas de la socialdemocracia. Asimismo, mantuvo
diferencias y recelos con las orientaciones bolcheviques a la paz separada
con Alemania, que condujeron a la paz de Brest-Litovsk.
A mediados del año 1918, Rosa Luxemburgo decide sistematizar
sus posiciones críticas respecto a la política bolchevique.
El aspecto fundamental que preocupaba a Rosa Luxemburgo eran las consecuencias
que para el futuro de la lucha socialista podía tener la lectura
apologética y unidireccional de la revolución rusa por la
tendencia de sus dirigentes a formalizar y teorizar lo que sólo
podían ser posturas contingentes. Realiza en su obra una severa
advertencia contra la utilización de la experiencia bolchevique
como un modelo para el socialismo. Su folleto La revolución rusa
está, por consiguiente, orientado al futuro. "Bajo la teoría
de la teoría de la dictadura de Lenin-Trotski subyace el presupuesto
tácito de que para la transformación socialista hay una fórmula
prefabricada, guardada ya completa en el bolsillo del partido revolucionario,
que sólo requiere ser enérgicamente aplicada en la práctica.
Por desgracia -o tal vez por suerte- no es ésta la situación.
Lejos de ser una suma de recetas prefabricadas que sólo exigen ser
aplicadas, la realización práctica del socialismo como sistema
económico, social y jurídico yace totalmente oculta en las
nieblas del futuro. En nuestro programa no tenemos más que unos
cuantos mojones que señalan la dirección general en la que
tenemos que buscar las medidas necesarias, y las señales son principalmente
de carácter negativo..." (La revolución rusa, RR en
adelante, p.210) .
Crítica del bolchevismo
Sus críticas a los bolcheviques se refieren a tres aspectos:
la política agraria, el derecho de autodeterminación y la
cuestión democrática. El tema de la democracia es el aspecto
sustantivo de su contundente valoración crítica de la política
de Lenin y Trotski y de los riesgos que conllevaba para el futuro.
Los bolcheviques habían defendido simultáneamente la consigna
de ¡Todo el poder a los soviets! y la convocatoria de una Asamblea
Constituyente. Rosa Luxemburgo no comprende el viraje adoptado por los
bolcheviques al disolver el Parlamento como tampoco al restringir el derecho
de voto. Admite que la Asamblea Constituyente podía no ser verdaderamente
representativa,
pero afirma que en ese caso la disolución debería haber ido
acompañada de una convocatoria de nuevas elecciones, realizando
una defensa expresa de la existencia de instituciones representativas bajo
un gobierno que se proclama socialista.
Sin embargo, el punto de vista de Rosa Luxemburgo no se refiere fundamentalmente
a un problema táctico sobre la Asamblea Constituyente. Su posición
es de principio y se refiere a la necesidad absoluta de que el socialismo
se desarrolle sobre la base de instituciones democráticas. Muchos
comentaristas de esta obra han señalado acertadamente que su contenido
planteaba la necesidad de la compatibización entre el Parlamento
y los soviets. Creo, sin embargo, que el núcleo central de su argumentación
va más allá, es la necesidad permanente de derechos democráticos
incondicionados. Se irrita por la tendencia de los bolcheviques a hacer
de la necesidad virtud y a acabar defendiendo un "socialismo" antidemocrático.
Frente a una frase de Trotski ("Como marxistas nunca fuimos adoradores
fetichistas de la democracia formal") contesta: "Es cierto que nunca fuimos
adoradores fetichistas de la democracia formal. Ni tampoco fuimos nunca
adoradores fetichistas del socialismo ni tampoco del marxismo....Lo que
realmente quiere decir (esa frase) es: siempre hemos diferenciado el contenido
social de la forma política de la democracia burguesa, siempre hemos
denunciado el duro contenido de desigualdad social y falta de libertad
que se esconde bajo la dulce cobertura de la igualdad y la libertad
formales. Y no lo hicimos para repudiar a éstas sino para impulsar
a la clase obrera a no contentarse con la cobertura sino a conquistar el
poder político, para crear una democracia socialista en reemplazo
de la democracia burguesa, no para eliminar la democracia" (RR, p.213-214)
Socialismo y democracia
En cuanto al contenido del socialismo Rosa Luxemburgo lo entiende como
una ampliación de la democracia, no su limitación, extendiendo
la intervención en la vida pública a masas de población
que nunca habían sido partícipes de su destino.
Por otra parte, el socialismo no puede establecerse por decreto. Nadie
posee ni las soluciones para todos los problemas, ni un método infalible.
Para Rosa la solución de los problemas sólo puede proceder
de la fecunda corrección de los errores cometidos, la cual sólo
es posible sobre la base de la libertad de crítica y de la más
amplia iniciativa popular. "El sistema social socialista sólo deberá
ser, y sólo puede ser, un producto histórico, surgido de
sus propias experiencias, en el curso de su concreción, como resultado
del desarrollo de la historia viva, la que (al igual que la naturaleza
orgánica, de la que, en última instancia, forma parte) tiene
el saludable hábito de producir siempre junto con la necesidad social
real los medios para satisfacerla, junto con el objetivo simultáneamente
la solución. Sin embargo, si esto es así, resulta evidente
que no se puede decretar el socialismo, por su propia naturaleza, ni introducirlo
mediante un "ukase". Exige como requisito una cantidad de medidas de fuerza
(contra la propiedad, etc.). Lo negativo, la destrucción, puede
decretarse; lo constructivo, lo positivo, no. Territorio nuevo. Miles de
problemas. Sólo la experiencia puede corregir y abrir nuevos caminos.
Sólo la vida sin obstáculos, efervescente, lleva a miles
de formas nuevas e improvisaciones, saca a la luz la fuerza creadora, corrige
por su cuenta todos los intentos equivocados. La vida pública de
los países con libertad limitada está tan gobernada por la
pobreza, es tan miserable, tan rígida, tan estéril, precisamente
porque, al excluirse la democracia, se cierran las fuentes vivas de toda
riqueza y progreso espiritual. (...).Toda la masa del pueblo debe participar.
De otra manera, el socialismo será decretado desde unos cuantos
escritorios oficiales por una docena de intelectuales" (RR, p.210-211)
La democracia es el único medio para poder limitar los
errores inevitables en toda dirección política. "El control
público es absolutamente necesario. De otra manera el intercambio
de experiencias no sale del círculo cerrado de los burócratas
del nuevo régimen. La corrupción se torna inevitable (palabras
de Lenin...). La vida socialista exige una completa transformación
espiritual de las masas degradadas por siglos de dominio de la clase burguesa.
Los instintos sociales en lugar de los egoístas, la iniciativa de
las masas en lugar de la inercia, el idealismo que supera todo sufrimiento,
etc. Nadie lo sabe mejor, lo describe de manera más penetrante,
lo repite más firmemente que Lenin. Pero está completamente
equivocado en los medios que utiliza. Los decretos, la fuerza dictatorial
del supervisor de fábrica, los castigos draconianos, el dominio
por el terror, todas estas cosas son sólo paliativos. El único
camino al renacimiento pasa por la escuela de la misma vida pública,
por la democracia y opinión pública más ilimitadas
y amplias. Es el terror lo que desmoraliza" (RR, p.211).
En defensa de la libertad
Las libertades públicas no son algo accesorio, sino el aire mismo
imprescindible para poder hablar de algo parecido al socialismo. "Lenin
dice que el Estado burgués es un instrumento de opresión
de la clase trabajadora, el Estado socialista, en cambio, de opresión
a la burguesía. En cierta medida, dice, es solamente el Estado capitalista
puesto cabeza abajo. Esta concepción simplista deja de lado el punto
esencial: el gobierno de la clase burguesa no necesita del entrenamiento
y la educación política de toda la masa del pueblo, por lo
menos no más allá de determinados límites estrechos.
Pero para la dictadura proletaria ése es el elemento vital, el aire
sin el cual no puede existir" (RR, p.209).
De forma consistente con las posiciones defendidas desde 1903, Rosa
Luxemburgo rechaza el jacobinismo político y valora en el más
alto grado la autodeterminación e iniciativa de las masas. Esa capacidad
constructiva de la sociedad sólo puede desarrollarse con libertad
política, cuyo fundamento es el derecho a oponerse. "La libertad
sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros
de un partido (por numeroso que éste sea) no es libertad en absoluto.
La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de
manera diferente. No a causa de ningún concepto fanático
de la "justicia", sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y
purificante en la libertad política depende de esta característica
esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la "libertad" se
convierte en un privilegio especial" (RR, p. 209-210) .
La ausencia de democracia conduce a la degeneración política.
Es difícil, sabiendo todo lo que ocurrió después y
los terribles efectos del estalinismo, no leer con un estremecimiento las
proféticas palabras con que Rosa trazó el posible destino
de la revolución y su rechazo de la política de terror. "Cuando
se elimina todo esto, ¿qué queda realmente? En lugar de los
organismos representativos surgidos de elecciones populares generales,
Lenin y Trotski implantaron los soviets como única representación
verdadera de las masas trabajadoras. Pero con la represión de la
vida política en el conjunto del país, la vida de los soviets
también se deteriorará cada vez más. Sin elecciones
generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin
una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución
pública, se torna una mera apariencia de vida, en la que sólo
queda la burocracia como elemento activo. Gradualmente se adormece la vida
pública, dirigen y gobiernan unas pocas docenas de dirigentes partidarios
de energía inagotable y de experiencia ilimitada. Entre ellos, en
realidad, dirigen sólo una docena de cabezas pensantes, y de vez
en cuando se invita a una élite de la clase obrera a reuniones donde
deben aplaudir los discursos de los dirigentes, y aprobar por unanimidad
las mociones propuestas. En el fondo, entonces, una camarilla. Una dictadura,
por cierto: no la dictadura del proletariado sino la de un grupo de políticos,
es decir, una dictadura en el sentido burgués, en el sentido del
gobierno de los jacobinos (¡la postergación del Congreso de
los Soviets de periodos de tres meses a seis!). Sí, podemos ir aun
más lejos,; esas condiciones pueden causar inevitablemente una brutalización
de la vida pública..." (RR, p.211-212).
Durante muchos años se ha sostenido por diversos comentaristas
de la obra de Rosa Luxemburgo que ésta se habría retractado
con posterioridad de sus opiniones, basándose en afirmaciones de
Adolf Warszawski y de Clara Zetkin, que han dado lugar a la leyenda de
una autocrítica de Rosa y su acercamiento final al leninismo. Los
historiadores comunistas han hablado frecuentemente de una retirada de
sus críticas basándose en su rechazo de la convocatoria de
Asamblea Constituyente en las agitadas jornadas de noviembre y diciembre
de 1918. Esa versión fue sostenido por el propio Lenin en 1922 al
afirmar que ella misma había corregido en gran medida sus errores.
También Trotski, que calificó su trabajo sobre la revolución
rusa de "teóricamente muy débil" (!), considera que su acercamiento
a las concepciones bolcheviques explica que no llegara a publicar el manuscrito
(en "Rosa Luxemburgo y la Internacional", 1935).
Parece poco creíble sostener que Rosa Luxemburgo había
cambiado de opinión... sobre puntos de vistas mantenidos durante
toda su vida. En realidad, desde el momento en que redacta el texto hasta
su muerte transcurren pocos meses. Por otra parte, el contenido fundamental
de su obra es principista y no táctico. Era un trabajo de alcance
teórico en el cual "los detalles no eran importantes", como señala
Peter Nettl, y sólo de los detalles se habría retractado
según sostuvieron sus compañeros alemanes.
¡Rosa Luxemburgo tenía razón en tantas cosas! La
revolución de Octubre alimentó la tentación jacobina
de la izquierda y su tendencia a intentar sustituir los procesos sociales
por las iniciativas de los agentes políticos y la auténtica
dinámica de las transformaciones de la sociedad por un control administrativo.
Sobre dicha base, la contrarrevolución estalinista estableció
un régimen totalitario.
En todos los sentidos, las opiniones expresadas en La revolución
rusa derivan de la lucha en favor del socialismo y de la democracia
que había manifestado Rosa a lo largo de toda su trayectoria; por
ello este escrito aparece como su auténtico "testamento" político.
Un testamento que contiene una trágica advertencia sobre el triste
destino del socialismo si olvida su intrínseca necesidad de democracia
y libertad. Un estremecedor aviso que fue silenciado.
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA SOBRE ROSA LUXEMBURGO, EN
CASTELLANO
A) Obras de Rosa Luxemburgo
-Introducción a la economía política,
Madrid, Siglo XXI, 1974
-La acumulación de capital, Mexico, Grijalbo,
1967 (primera edición española: Madrid, Cénit, 1933)
-Escritos políticos, Barcelona, Grijalbo, 1977
(antología de textos)
-Textos sobre la cuestión nacional, Madrid, Ed.
de la Torre, 1977
-Debate sobre la huelga de masas, Buenos Aires, Cuadernos
de pasado y presente, 1975
-¿Reforma o revolución? y otros escritos,
Fontamara, 1978
-La revolución rusa, Madrid, Castellote, 1975
-Obras escogidas (dos tomos), Bogotá, Ediciones
Pluma, 1976
-Cartas a Karl y Luisa Kautsky, Barcelona, Galba, 1975
-Cartas de la prisión, Madrid, Cénit, 1931
B) Obras sobre Rosa Luxemburgo
-Aubet, María José; Rosa Luxemburg y la cuestión
nacional, Barcelona, Anagrama, 1977
-Basso, Lelio; El pensamiento político de Rosa Luxemburg,
Barcelona, Península, 1976
-Bisceglie, Anna y Renzi, Dario; Rosa Luxemburgo, Madrid, Prospettiva,
2000
-Cliff, Tony; Rosa Luxemburg (Introducción a su lectura),
Buenos Aires, Editorial Galerna, 1971
-Dunayevskaya, Raya; Rosa Luxemburgo, la liberación femenina
y la filosofía marxista de la revolución, México,
FCE, 1985
-Frölich, Paul; Rosa Luxemburgo. Vida y obra,Barcelona,
Fundamentos, 1976
-Geras, Norman; Actualidad del pensamiento de Rosa Luxemburgo,
Mexico, Era, 1980
-Guérin, Daniel; Rosa Luxemburg y la espontaneidad revolucionaria,
Buenos Aires, Proyección, 1973 (antología de textos breves)
-Lukács, Georg; Historia y consciencia de clase, Barcelona,
Grijalbo, 1978 (incluye varios ensayos sobre Rosa Luxemburgo)
-Löwy, Michael; El marxismo olvidado, Barcelona, Fontamara,
1978
-Materiales, nº extraordinario 3, 1977 (Rosa Luxemburgo
hoy, con artículos de Lelio Basso, Oskar Negt, Georges Haupt,
Paul Mattick, Michael Löwy, Norman Geras, Dick Howard, Tadeusz Kowalik,
Gilbert Badia, J.L. de la Mata, Annette Jost, Narihiko Ito, Joseph Schleifstein
y María José Aubet -guía de lectura-)
-Nettl, J. P.; Rosa Luxemburgo, Mexico, Ediciones Era, 1974
-El desafío de Rosa Luxemburgo, Buenos Aires, Proceso,
1972 (con textos de Bertram D. Wolfe, Hannah Arendt, Gilbert Badia, León
Trotski, V.I.Lenin, J.P. Nettl, John Knief, Daniel Bensaid, Alain Nair,
Michale Löwy y Paul M. Sweezy