Juan Francisco Martín Seco
El Gobierno alemán acaba de modificar su legislación con el objeto de excluir a los trabajadores españoles, portugueses y griegos de la prestación del llamado Hartz IV para parados de larga duración, cuya cuantía es de 364 euros, a la que se añade otra serie de beneficios sociales. Hasta ahora, los trabajadores emigrantes de los 17 países -entre los que se encuentran los tres anteriores- que firmaron la Convención Europea sobre Asistencia Social y Médica en el año 2000 tenían derecho, aunque no hubiesen trabajado nunca en Alemania, al cobro de esta ayuda, del mismo modo que los trabajadores alemanes.
Lo primero que sugiere la noticia es la gran diferencia existente
entre el sistema de protección social de Alemania y el de España. Por
ello, cuando desde el ámbito político o económico se cita a Alemania de
cara a copiar determinados aspectos que merman derechos sociales
o laborales, tal como se ha hecho en la actual reforma del mercado de
trabajo, hay que contestar que las importaciones de elementos foráneos
no se pueden realizar de manera individual recogiendo los aspectos más
negativos de todos los países sino en conjunto, y estoy seguro de que
los trabajadores españoles, por ejemplo, no tendrían ningún
inconveniente en cambiar la totalidad de sus condiciones laborales y
sociales por las de los alemanes.
Pero la noticia sugiere algo más, la enorme mentira en que se basa la
Unión Europea. Es evidente que una cosa es la libertad de circulación
de las mercancías y de los capitales y otra cosa muy distinta la de los
trabajadores. Movilidad, sí, pero tan solo cuando interesa y en
determinadas condiciones. Alemania se encuentra, gracias a la Unión Monetaria
y a los beneficios que obtiene de ella en contraposición a otros
países, por lo menos hasta ahora, en una situación económica buena,
hasta el punto de necesitar importar mano de obra cualificada. La misma
Merkel en su visita a España manifestó la necesidad que tiene su país
de técnicos e ingenieros, animando a los jóvenes españoles con
titulación a la emigración, y no es ningún secreto que jóvenes
licenciados en distintas materias, especialmente ingenieros, ante la
falta de trabajo en España dirigen sus pasos al país germánico.
Semejante flujo migratorio constituye otro elemento de enriquecimiento
de Alemania, que recibe mano de obra ya preparada, y de empobrecimiento
de España, que ve cómo su inversión en educación se marcha a producir a
otras latitudes. Ahora bien, Alemania no está dispuesta a admitir a
otro tipo de trabajadores que llegan simplemente a buscar trabajo.
Las manifestaciones al respecto del Gobierno alemán constituyen un
buen ejemplo de hipocresía y fariseísmo. El portavoz del Ejecutivo, Steffen Seibert, afirmó que el Gobierno de la canciller Angela Merkel
está plenamente a favor de los movimientos de los ciudadanos
comunitarios, pero para que esto siga siendo posible, señaló, hay que
evitar malas prácticas y abusos. Por lo visto, el derecho a la libertad
de movimientos intracomunitarios constituye un abuso de los ciudadanos,
y hay que considerar mala práctica el hecho de que Alemania cumpla los
compromisos que adquirió cuando firmó la citada Convención Europea, o
la sentencia judicial de 2010 que la forzaba a ello. En el colmo del
cinismo, el portavoz del ministerio de Trabajo, Jens Florsdorff,
ha pretendido justificar la medida por el hecho de que en la situación
anterior se trataba de forma desigual a los ciudadanos europeos, ya que
los de aquellos diez países que no habían firmado la citada Convención
no podían beneficiarse de tal prestación. Parece ser que la forma de
arreglar el dispar tratamiento es igualando por abajo. Muy propio del
neoliberalismo económico. Es la misma táctica que se sigue en España
para uniformar los distintos tipos de contrato, reducir la indemnización
por despido de manera que todos los contratos sean temporales.
No obstante, quizá lo más esclarecedor de esta noticia sea que nos
pone sobre la pista de la falsedad del discurso de la señora Merkel,
¿Cómo es posible hablar de unidad fiscal en Europa, cuando se limita
para los no alemanes esta pequeña ayuda, tanto más insignificante cuanto
que apenas la solicitaban los emigrantes? A la única unión fiscal que
está dispuesta la canciller es al sometimiento de todos los países a la
disciplina fiscal que ella quiera imponer. Alemania nunca aceptará una
verdadera unión fiscal, que representaría una importante transferencia
de fondos de los países ricos a los menos prósperos, pero por eso
mismo los gobiernos de estos últimos países nunca deberían haber
aceptado una unión monetaria en estos términos, y por esa razón también
esta antes o después se deshará.
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