Contra las patrias, el Viejo Maestro




La nacionalidad del obrero no es ni francesa, ni inglesa, ni alemana, es el trabajo, la esclavitud libre, el automercadeo. Su gobierno no es ni francés, ni inglés, ni alemán, es el capital. Su aire nativo no es ni francés, ni alemán, ni inglés, es el aire de la fábrica. La tierra que le pertenece no es ni francesa, ni inglesa, ni alemana, está a unos cuantos pies bajo el suelo.
Karl Marx: Crítica de «El sistema nacional de economía política» de Friedrich List

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miércoles, octubre 03, 2012

Eric Hobsbawm: se fue el historiador que explicó el Siglo XX

Clarin

Por Horacio Bilbao

Tenía 95 años. En 1936 se afilió al Partido Comunista; la perspectiva marxista marcaría su obra. Postuló que el Siglo XX fue “corto”, entre la Primera Guerra y la caída del comunismo.


02/10/12
Eric Hobsbawm se ha ido y todo hace pensar que hoy, un día después de su muerte, vivimos en un mundo intelectualmente más pobre. Quizá no sea esto del todo cierto ahora que sus ideas, la tradición marxista que siempre defendió, recuperan posiciones en un debate al que este hombre, el más grande historiador de los últimos tiempos, contribuyó con vida y obra hasta el último minuto.
Julia Hobsbawm, única mujer de sus tres hijos, contó ayer que su padre murió en un hospital de Londres donde estaba internado por neumonía. Reveló que hacía años luchaba contra la leucemia y que hasta los últimos días se mantuvo informado sobre los sucesos del mundo, acumulando pilas de periódicos al costado de su cama.
No cuesta imaginarlo. Hobsbawm supo temprano que la historia y la política marcarían su vida.

Había nacido en Alejandría, Egipto, en 1917. Su padre Leopold, que venía de Londres, conoció allí a Nelly Grün, su madre. Eric pasó su infancia en Viena. Los años 20 allí y el ascenso de Hitler en Berlín determinaron su visión política e interés por la historia. En 1933, el día en que Hitler fue nombrado canciller de Alemania, Hobsbawm se alistó en un grupo de jóvenes comunistas. Sus padres ya habían muerto y él y su hermana Nancy fueron adoptados por Sidney Hobsbawm, el tío que los llevó a vivir a Berlín.
En 1934 volvieron a Inglaterra. Suerte para los Hobsbawm: siendo ellos descendientes de polacos y rusos, todos de religión judía, su futuro era incierto en la Alemania nazi. Ya en Cambridge, donde obtuvo una beca en el King’s College, Hobsbawm asumió su destino. Sería un historiador de izquierda. No sabía todavía que 75 años después tendría un público global.

Se había afiliado al Partido Comunista en 1936, y en la Segunda Guerra Mundial se ofreció como voluntario para hacer trabajos de inteligencia. Lo rechazaron por comunista y lo mandaron a armar defensas contra la invasión en las costas inglesas. “La experiencia me convirtió en un británico de clase trabajadora”, escribió. También impactó en su metodología: la historia no se contaba desde el prisma de los reyes, o jefes de Estado, sino desde el trabajador. Allí encontró el germen de la historia social, una corriente historiográfica para combatir el positivismo.
Se casó con Muriel Seaman en 1943 y, al finalizar la guerra, comenzó su verdadera producción intelectual. Empezó a dar clases de historia, una vida académica que ya no abandonaría. Y en 1948 publicó su primer libro, Trabajadores: un punto de inflexión .

Jamás renegó del Partido Comunista, y aunque esquivó y demoró sus críticas a Stalin (a quien elogiaba por su política de reconstrucción económica de pos-guerra) fue duro con la URSS por las bestiales represalias en Hungría (1956) y en la Primavera de Praga (1968).

En 1962 se casó por segunda vez: con Marlene Schwarz. Ese año publicó La era de la revolución primer volumen de su trilogía más famosa, que aborda el período de 1789 a 1914. A partir de allí, muchos de sus escritos se volvieron clásicos de la historiografía mundial.
Aunque siempre se reivindicó marxista, Hobsbawm fue una figura codiciada por el Partido Laborista inglés. En 1983, Neil Kinnock, líder del partido reconoció su deuda con Hobsbawm: lo llamó su “marxista favorito”. Tony Blair lo elogió abiertamente en su cumpleaños 80, pero no se ganó su estima. “Será recordado por llevar a Gran Bretaña a una guerra desastrosa innecesariamente”, le dijo Hobsbawm a Clarín sobre Blair.

Durante la Guerra Fría, Hobsbawm sufrió ataques del macartismo. Cuando cayó la URSS gritó que el mundo era ahora más desigual . Para él se había acabado ese Siglo XX que el llamó “siglo corto”, y situó entre 1914 y 1991, la Primera Guerra Mundial y el colapso del bloque soviético . En los últimos años, la crisis amplificó su voz. Equiparó entonces el impacto de la gran debacle económica que empezó en 2008 con el de la caída del Muro de Berlín en 1989. A la luz de esos hechos escribió su último trabajo, Cómo cambiar el mundo , una colección de ensayos sobre Marx y el marxismo. Fue su respuesta al derrumbe. Hacer de la historia presente . “Ha llegado la hora de tomarse en serio a Marx”, dijo. En una de sus últimas entrevistas elogió a América latina, “el único lugar que hablaba su idioma, el socialismo”. Se apuró Hobsbawm con Años interesantes: una vida del siglo XX , (2002) su autobiografía. Dijo mucho también del siglo XXI, hablando del anterior.

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