Jose María Delgado Gallego.
Actuando como reciclador de palabros, mas que propietario
de ellas, a la manera como Juan Goytisolo se apropia del término
"prístino" o Javier Marías se encaprichó de
"superferolítico", uno descubre a peña que como el burgués de Moliére
es posmoderno sin saberlo, así cree a pié juntillas en todo lo que "le
suena" o resuena, sin necesidad de mayores argumentos y de tal modo va
juntando un corpus de influencias políticas
tan erradas como contradictorias entre sí, pero que puede llegar a “sentir”
como auténticas y válidas.
Así pues al internacionalismo mas o menos marxista se le
puede superponer un soberanismo irredentista de nación sin estado y al
Socialismo meta y razón de la ordalía marxiana, le cuadra un antiimperialismo con origen mas o
menos en Samir Amin y en el "antiimperialismo " tercermundista que acaba por borrar toda huella de aquél pero que nos hace
simpatizar obligadamente con Chávez y Ahmadineyah y con el sátrapa sirio a
menos que nos arriesguemos a “hacerle el juego al imperialismo”.
Pero la moda es incostante y la derecha busca su oportunidad
entre el abrumador rechazo de la ciudadanía a los recortes y al
desmantelamiento de las conquistas sociales, y puede observarse no sin preocupación
el discurso antipolítico supuestamente “indignado” que
estamos oyendo en estos últimos tiempos.
Es cierto que los políticos se han
ganado a pulso la desconfianza, cuando no el rechazo abierto de la
ciudadanía, que los ven cada vez más lejos de los problemas reales de la
gentes, disfrutando de inmerecidos salarios, dietas y gabelas insultantes para
la magra y recortadas economías proletarias, pero buena parte de este discurso seudo
radical tiene un ribete neofascista y autoritario muy peligroso, demás que en
su falta de alternativas a tales salarios y tales abusos, por esa oquedad, es
el Espadón, el Salvapatria el que se invoca sin siquiera mencionarlo.
Es muy cierto, como escribe
Concha Caballero que desde la ultraderecha y desde la ultraizquierda
se difunden constantemente mensajes antipolíticos y antisindicales, esa manera
de no mirar mas allá de la naríz, esa tendencia a no distinguir, a apuntar a
bulto, a traducir relaciones sociales complejas o cuando menos no siempre
evidentes, a percepciones individuales maniqueas y reduccionistas, por este
camino parecen unirse "libertarianismo" o anarquismo de derechas en
plan Aguirre con acratismo descerebrado de gente cuya relacion con la realidad
les llega mediatizada por un ordenador, friquis cuya ignorancia corre pareja con
su ausencia de sentido de la responsabilidad.
Ese discurso “de garrafón” ha
hecho de los políticos una clase o casta, como de los sindicalistas, y se niega
a descender y considerar el papel subalterno y vicario que respecto del orden
neoliberal de la Unión Europea y de la especulación inmobiliaria han hecho
tanto PSOE como PP estando en el gobierno o en la oposición. Considerar esto
desactivaría sin más esa inquietante ambivalencia que apenas se oculta tras ese
discurso antipolítico, ese reduccionismo culpable que no ve ni en el Sistema
Capitalista, ni en los ricos y poderosos, ni en los bancos y mecanismos mas o
menos sofisticados de especulación financiera, ni en la Iglesia, ni en los
inadmisibles gastos militares, ni en el imperialismo económico alemán y yanqui los
verdaderos culpables mientras que generaliza culpabilizando a quienes solo
serían individualmente culpables – de serlo - de corrupción y colectivamente de
trabajar según la lógica y límites de lo permitido por el mercado, según el
guión del Plan de Estabilidad Presupuestaria de la UE, como en América Latina
lo fueron de su versión original que llamaron “Consenso de Washington”.
Urge librarnos de ese discurso
pseudoácrata tan caro a Aguirre, al PP – mírese la reducción del número de
concejales a 30.000 en todo el estado, la demagogia sobre sus sueldos cuándo
mas de la mitad no perciben peculio alguno – a las teorías económicas de la “escuela
austriaca” (Von Mises, Hayek) a los think
tank libertarianos como la fundación Heritage, el Cato Institute, la FAES
peperiana, de donde emana la iniciativas ultraliberales que estamos sufriendo y
que en su común enemistad con el Socialismo marxista, su desprecio por la
democracia y su aliento a la explotación bárbara de los trabajadores, resulte
comprensible que por sus efectos muchos consideren al neoliberalismo y al
fascismo poco menos que idénticos. La biografia de Aznar o de Rajoy o de
tantos peperianos daría razón a comparaciones de esa índole.
2 comentarios:
Como siempre no puedo estar mas de acuerdo. Saludos Paco
Gracias Paco. Abrazos.
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