Terrorismo político incesante, omnipresente y casi omnipotente Imprescindible falsificación de su propia naturaleza Capitalismo de Estado dirigido por el Partido-Estado y militarización del trabajo
Agustín Guillamón
Balance. Cuadernos de historia | 30-11-2008
www.kaosenlared.net/noticia/que-fue-el-estalinismo
A
la muerte de Stalin, los dirigentes del Estado soviético y del PCUS,
criticaron las “desviaciones” provocadas por el culto a la personalidad
de Stalin. El regreso a una dirección colectiva del PCUS y de la URSS
era suficiente (en 1956) para resolver los errores más graves del
despotismo de Stalin, denunciados por Kruschov en el XX Congreso del
PCUS.
A los herederos de Stalin les bastaba, en 1956, con
introducir los principios democráticos en la dirección colectiva del
PCUS para declarar que todo estaba arreglado. Para ellos Stalin fue un
fenómeno monstruoso, pero ACCIDENTAL, y en todo caso las manifestaciones
perversas del sistema estalinista, debidas al culto a la personalidad,
se difuminaban y empequeñecían frente a los “gloriosos logros” del sistema soviético. (Para una ampliación de todo esto es muy útil la consulta del tomo III de Kolakowski, pp. 15-55).
Los
errores y horrores de Stalin se limitaban, según los herederos y
sucesores estalinistas, al período que iba desde principios de los años
treinta hasta su muerte en 1953. Esta fue la explicación de los
estalinistas sin Stalin, que a nadie convenció, pero que sirvió a todos
para echar las culpas a un sólo individuo y enterrar todo el período
estalinista bajo el cerrojo del olvido, la amnesia y el palimpsesto.
Para un análisis marxista del estalinismo, tenemos a dos excelentes militantes y teóricos marxistas: Munis y Bordiga.
Bordiga
(asesorado por Trotsky) se enfrentó a Stalin (asesorado por Togliatti)
en el IV Congreso de la IC y tiene varios escritos de crítica del
estalinismo: “Diálogo con Stalin” y “Diálogo con los muertos”. Pero la
mejor crítica del estalinismo está en Munis (en su libro
Partido-Estado-Revolución, reeditado por Muñoz Moya ediciones).
La
mejor y más precisa definición del estalinismo es la que hace Munis,
que intentaré resumir aquí brevemente. Según Munis, las características
de la contrarrevolución estalinista fueron:
1.- Terrorismo político incesante, omnipresente y casi omnipotente.
2.-
Imprescindible falsificación de su propia naturaleza
contrarrevolucionaria, y de la naturaleza de sus enemigos, especialmente
de los revolucionarios.
3.- Explotación de los trabajadores,
mediante un capitalismo de Estado, dirigido por el Partido-Estado, que
militarizó el trabajo.
Entre los intelectuales burgueses,
puede establecerse una especie de escala cronológica en la denuncia del
estalinismo, que se centra sobre todo en determinadas fechas
conflictivas (insurrección húngara de 1956, o checa de 1968)…. Sartre,
Camus, Merleau-Ponty y un largo etcétera, ante el que cabe
preguntarse por qué unos se “despiertan” en 1968 y no antes, en 1956, o
por qué no con Orwell en 1937. La respuesta suele ser siempre la misma:
oportunismo y ventajas que suponía la tolerancia respecto al
estalinismo, con masivas militancias en los PC francés e italiano, y sus
evidentes horrores.
Por otra parte, la denuncia del
estalinismo suele detenerse en Lenin. Véase por ejemplo el propio
Bordiga en su artículo “Lenin en el camino de la revolución” escrito a
la muerte de Lenin en 1924, o el de los años sesenta sobre la respuesta a
Lenin en su acusación de izquierdismo a las Izquierdas Comunistas
alemana e italiana (que incluía al mismo Bordiga).
Fue la
Izquierda germano-holandesa (Herman Gorter, Anton Pannekoek, Karl Korsh,
Otto Rühle, Jan Appel, etcétera) espléndidamente traducida al
español en varios libros de Ediciones Espartaco Internacional, quien
hizo la crítica marxista más temprana y radical al estalinismo y al
leninismo.
Es indudable que las raíces del estalinismo se
encuentran en la concepción leninista del partido, así como en el
wilsoniano “derecho de las naciones a la autodeterminación”,
propugnado también por Lenin, y por supuesto en el fracaso de la
revolución internacional en Alemania, en 1919.
Sobre la
crítica a la concepción del partido, y a la pretensión de extender las
tácticas rusas a Europa occidental, véase la carta de Gorter a Lenin y
sobre todo la crítica rigurosa y fundamental de Pannekoek en Lenin filósofo.
Par
una crítica de la concepción leninista y estalinista del nacionalismo
véase el texto de Pannekoek, titulado “Lucha de clase y nación” y el de
Gorter “El imperialismo, la guerra y la socialdemocracia” (ambos en el
libro Contra el nacionalismo de Espartaco).
El
enfrentamiento de la Izquierda germano-holandesa con Lenin, en el seno
de la III Internacional, era el encontronazo de los marxistas
internacionalistas contra un Lenin, nacionalista ruso, imbuido en la
tradición y terminología marxista, pero que había abandonado el
pensamiento marxista en núcleos esenciales del pensamiento de Marx:
1.-
La liberación de los trabajadores será obra de los propios
trabajadores, que adquieren su conciencia en la propia experiencia
histórica, sin necesidad de que unos intelectuales burgueses, desde el exterior de la clase obrera, y ajenos a ella, les enseñen la teoría marxista.
2.- El proletariado es internacional e internacionalista,
y no tiene que reconocer ningún “derecho” burgués a la
autodeterminación. La lucha de clases y la revolución proletaria serán
de ámbito mundial, o no serán.
3.- La revolución rusa de
1917 debía someterse a los intereses del proletariado internacional, y
no como sucedió, bajo presión de Lenin y los bolcheviques, que
consiguieron someter la Internacional a los designios e intereses de la
revolución nacional rusa y de su capitalismo de Estado. Bordiga
denunciaba esto como “inversión de la pirámide” (esto es la Internacional sometida a los intereses nacionales del PC de Rusia).
4.-
El parlamentarismo y el sindicalismo en Europa occidental han sido
absolutamente superados en 1917, donde sólo podían ser ya
instrumentos de sumisión del proletariado. La táctica que Rusia impuso a
la Internacional Comunista, de usar parlamento y sindicatos. era
absolutamente nefasta en Europa occidental. Esa imposición debió mucho a
Lenin, y fue una de las características del leninismo.
*
La
grandeza del Octubre Rojo radica en que es la primera revolución
proletaria de la historia, la primera vez en la que el proletariado tomó
el poder, derrocando el gobierno de la burguesía. La revolución
comunista sólo podía ser mundial, y fracasó en Rusia cuando se produjo
la derrota del proletariado revolucionario en Alemania y la revolución
soviética quedó aislada.
Este aislamiento, unido a las
catástrofes de la guerra civil, el caos económico, la miseria y el
hambre, magnificaron los terribles errores de los bolcheviques, entre
los que destacaba la identificación entre Partido y Estado, que
condujeron al triunfo inevitable de la contrarrevolución estalinista,
desde el seno del propio partido bolchevique que había impulsado la
revolución soviética de Octubre de 1917. La contrarrevolución
estalinista fue pues de carácter político, destruyó toda oposición
política e ideológica, reprimió duramente movimientos y grupos
proletarios, indudablemente revolucionarios, y persiguió hasta el
exterminio físico a quienes manifestaron la menor disidencia, ya fuera
dentro o fuera del partido único bolchevique. En Rusia, el
proceso revolucionario iniciado en 1905, obtuvo su primer éxito con la
revolución democrática de Febrero de 1917, que derrocó al zar e instauró
una república democrática, pero no se quedó a medio camino y llegó
hasta el final con la insurrección de Octubre de 1917 en Petrogrado, en
la que los soviets tomaron el poder, desplazando a la burguesía del
aparato estatal.
La contrarrevolución estalinista fue pues de
carácter político, y se encarnó en el monopolio del poder por el propio
partido bolchevique, en las medidas de nacionalización y concentración
económica estatal (capitalismo de Estado) y en la transformación del Partido bolchevique en un Partido-Estado.
Lejos
de ser un banal golpe de Estado, como miente la clase dominante, la
revolución de Octubre es el punto más alto que ha alcanzado hasta ahora
la humanidad en toda su historia. Por primera vez la clase
obrera tuvo el valor y la capacidad de tomar el poder, arrebatándoselo a
los explotadores, e iniciar la revolución proletaria mundial.
Aunque
la revolución pronto iba a ser derrotada en Berlín, Munich, Budapest y
Turín, aunque el proletariado ruso y mundial tuvo que pagar un precio
terrible por su derrota: el horror de la contrarrevolución, otra guerra mundial, y toda la barbarie sufrida bajo los estados totalitarios estalinistas; la burguesía todavía no ha sido capaz de borrar la memoria y las lecciones de este formidable acontecimiento.
El
peor legado del estalinismo ha sido su perversa utilización de la
ideología marxista-leninista como desarrollo ortodoxo del “marxismo”,
que quedaba así invalidado y desprestigiado como teoría de la revolución
proletaria. El leninismo usó un lenguaje marxista para justificar unos
regímenes totalitarios, que nada tienen que ver con los análisis de
Marx, efectuados entre 1844 y 1883, sobre el capitalismo y la
explotación del proletariado. El propio Lenin, en sus concepciones y
análisis sobre el partido, los nacionalismos, la revolución rusa,
etcétera, se enfrentó frontalmente a otros teóricos marxistas, como
Luxemburg, Bordiga, Gorter, Pannekoek, que denunciaron muy tempranamente
las peores aberraciones del leninismo.
La concepción leninista del partido
considera que la clase obrera es incapaz de alcanzar una conciencia que
vaya más allá de chatas concepciones sindicalistas y reformistas. El
partido ha de inocular, desde fuera de la clase obrera, la conciencia
socialista y revolucionaria. Tal concepción, como demuestra Pannekoek en
“Lenin filósofo” (editado en Ediciones Espartaco), es ajena a Marx, que
afirmó claramente que “la emancipación de los trabajadores será obra de
los propios trabajadores”.
El derecho (burgués) de las naciones a la autodeterminación,
propugnado por Lenin, introduce la ideología nacionalista como objetivo
fundamental del proletariado en la lucha por su emancipación. Tal y
como debatió Rosa Luxemburg con Lenin, la ideología de liberación
nacional de los pueblos oprimidos es una ideología burguesa,
absolutamente ajena a la lucha de clases y a la emancipación del
proletariado (véase los libros de María José Aubet sobre Luxemburg,
editados por Anagrama y El Viejo Topo).
Las tácticas utilizadas
por los bolcheviques en Rusia no eran generalizables a la situación
existente en Europa occidental, donde los partidos comunistas
propugnaban tácticas antiparlamentarias y antisindicales, que fueron
condenadas dogmáticamente por Lenin. Véase (en Ediciones Espartaco) la
“Carta abierta al camarada Lenin”, que Gorter escribió como respuesta al
folleto leninista “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”.
Existe,
pues, todo un corpus marxista, que denunció no sólo la barbarie
totalitaria de los regímenes estalinistas y fascistas, sino también
algunas de las peores aberraciones teóricas del leninismo: ésa es la
herencia irrenunciable que nos han entregado las distintas fracciones de
la izquierda comunista.
Ni la ideología leninista, ni el
totalitarismo estalinista, son marxistas. Por marxismo hay que entender
la crítica de la economía política del capital, efectuada por Marx a
mediados del siglo XIX, su método de investigación, y la teorización de
las experiencias históricas del proletariado (Manifiesto comunista, El Capital, 18 Brumario,
etcétera), proseguidas por Engels, Luxemburg, y la izquierda comunista
(rusa, italiana y germano-holandesa). Esta izquierda comunista estaba
formada por pequeñas fracciones que, en duras condiciones de aislamiento
y persecución física y política, criticaron, usando el método marxista,
y en la práctica de la lucha de clases, las tergiversaciones de la
Tercera Internacional, y del totalitarismo estalinista y fascista.
La crítica marxista
de los regímenes estalinistas, resultado del análisis teórico y de la
lucha de estas fracciones de Izquierda Comunista en el seno de la propia
Internacional Comunista, que definieron con mayor o menor claridad a
esos regímenes como capitalismo de Estado, se encuentra en la bibliografía abajo indicada.
Agustín Guillamón.
Bibliografía
Appel; Gorter; Laufenberg; Meyer; Pannekoek; Pfemfert; Rühle; Reichenbach; Schwab; Wolfheim y otros: Ni parlamento, ni sindicatos: ¡Los Consejos obreros! Los comunistas de izquierda en la Revolución alemana. Ediciones Espartaco Internacional, Barcelona, 2004.
Aubet, María José: Rosa Luxemburg y la cuestión nacional. Anagrama, Barcelona. 1977.
[Bordiga, Amadeo]: Las grandes cuestiones históricas de la revolución en Rusia. Partido comunista internacional, Madrid, 1997.
Gorter; Pannekoek: Contra el nacionalismo, contra el imperialismo y la guerra: ¡Revolución proletaria mundial! Ediciones Espartaco Internacional, Barcelona, 2005.
Gorter; Korsh; Pannekoek: La izquierda comunista germano-holandesa contra Lenin.
Ediciones Espartaco Internacional, Barcelona, 2004. [Contiene la “Carta
abierta al camarada Lenin”, de Gorter y “Lenin filósofo” de Pannekoek].
Luxemburg, Rosa: La revolución rusa. Anagrama, Barcelona, 1975.
Luxemburg, Rosa: La cuestión nacional. Traducción y prólogo de María José Aubet. El Viejo Topo, Barcelona, 1998.
Mett, Ida: La Comuna de Cronstadt. Crepúsculo sangriento de los Soviets. Ediciones Espartaco Internacional, Barcelona, 2006.
Munis, G.: Revolución y contrarrevolución en Rusia. Muñoz Moya, Llerena, 1999.