Foto en la primera
página del viernes 21 de septiembre del diario global-imperial, el
mismo que ahora parece apostar por el federalismo o por alguna versión
del mismo (y hace cuatro días y cinco noches tildaba de trasnochada e
irresponsable cualquier propuesta de la izquierda que abonara este
razonable sendero):
El president neoliberal Artur Mas, el de EuroVegas, tras su reunión con don Mariano, saludando a sus partidarios a la entrada del edificio de la Generalitat en la Plaza Sant Jaume, la antigua plaza de la República en tiempos añorados. La misma sonrisa medio apagada que parece querer apuntar un maquiavelismo calculador que suma y resta ininterrumpidamente y una sabiduría ubicada en el más del bien y del mal, la soberbia de casi siempre más o menos ocultada (¿recuerdan lo de los niños gallegos y andaluces a los que no se les entendía cuando hablaban en castellano? [1]), el saludo con los cuatro dedos-barras del independentismo, y a pocos metros de él, cinco o seis, no más, saltándose el cordón policial, un filósofo aplaude entusiasmado.
No sólo aplaude sino que su cara muestra una admiración ilimitada por el gran político institucional y por lo que su figura encarna en estos momentos. Vitorea al líder, a su líder. Es Xavier Rubert de Ventós, el amigo de Felipe González, el que negoció con la Administración Reagan la permanencia otánica, el que habló hace una década de la conveniencia pragmática de la apuesta por la independencia, el consejero áulico de Pasqual Maragall, el compañero del sector catalanista-neoliberal del PSC. Ese mismo. Con su cara transpuesta, su entusiasmo ilimitado y su más sincera admiración por un líder carismático para sectores influyentes de las clases medias catalanas muy bien ubicadas en eso que se llama “sociedad civil”.
¿Ese es, ese tiene que ser el compromiso del filósofo? ¿No deberían otras veces argumentar que otro mundo político-filosófico es posible, que otras vías transitables son más razonables, que otras finalidades son más justas, más solidarias y, sobre todo, tienen más en cuenta los intereses y sentimientos de los desfavorecidos de la tierra catalana que no son pocos? ¿No hay filósofos e intelectuales catalanes que deban alertar a la ciudadanía de qué muy poco –y nada bueno- se puede esperar de un gobierno que ha sido líder destacado en hachazos al demediados Estado de bienestar catalán, que ha argumentado que la salud no es un derecho, que ha atacado –y ataca- gravemente la educación pública y las partidas sociales más básicas, que ha apostado por un infamia como Eurovegas y, que para acabarlo de arreglar, ha puesto su manto neoliberal en una Barcelona World en beneficio de La Caixa y de un empresario blavero subido a la ola de la estafa y burbuja inmobiliaria?
Eso sí, para que las cosas empiecen a quedar claras el senyor Francesc Homs, el portavoz del gobierno catalán, el que llamó macarra a Montoro, ha declarado que quizás -que tal vez, que posiblemente, que podríamos hacerlo mejor así, que es una vía a explorar y a tener muy en cuenta-, que acaso la decisión de la independencia no se haya de tomar en un referéndum. Que nada de eso. Hay mucha ciudadanía y las cosas pueden desmadrarse un pelín. Hay otra vía. ¿Se la imaginan? Efectivamente: que el Parlament catalán surgido de las elecciones que se van a celebrar el próximo octubre o noviembre, y que ellos esperan ganar por mayoría absoluta y aplastante, la proclame. Sin que la ciudadanía se moleste en manifestar abiertamente su posición. Ya están ellos para eso.
¿Así entienden los líderes de Convergència el ejercicio del derecho de autodeterminación? ¡Qué demócratas tan admirables! ¿Acaso piensan que la vía de la consulta ciudadana no es tan segura y que alguna encuesta de última hora ha señalado algún riesgo en la operación diseñada? ¿Piensan tal vez que quitan de este modo todo atisbo de protagonismo a los minoritarios sectores de la izquierda independentista?
Mientras tanto, para acabarlo de arreglar, ICV dice apostar por la independencia (¡quines coses que promueven los amigos ecosocialistas!) [2] y en uno de los últimos pasos de la sutil y calculada estrategia de la Asamblea Nacional de Catalunya, uno de los múltiples tentáculos de CiU, puede leerse (ayudo en la interpretación):
"En els casos en què es preveu l'impediment d'un plebiscit pel govern espanyol, el full de ruta proposa de seguir, com a complementaris de l'acció dels càrrecs electes [de los cargos elegidos], els procediments establerts per l'Agència del Cens Nacional del Poble Català” [3].
La Agència ha abierto un censo en el que se pueden ya inscribir voluntariamente todos los que se consideren miembros de la “nación catalana”. Sólo ellos.
El censo, prosiguen, ha de servir “perquè voti sobre la independència 'el poble català' i no 'la població' de Catalunya”.
¿Queda claro? Sólo el pueblo catalán que se reconoce como tal y se inscribe en el censo, y no, en cambio, la heterogénea y diversa población de Catalunya, se considere parte o integrante o no del pueblo catalán. Es decir, los nacionalistas-independentistas se constituyen en pueblo catalán y ellos, únicamente ellos, los que cocinan, guisan y comen su propio marco político, deciden la independencia. ¡Un diez y medio!
¿La finalidad? Con sus propias palabras: “legitimar un marc democràtic nacional [quieren decir, antidemocrático y etnicista] i de preparar un plebiscit organitzat pel poble català [es decir, por ellos y los suyos], amb observadors internacionals que farien de mitjancers internacionals."
¿Se dan cuenta del maravilloso panorama que se abre ante nuestros ojos y nuestros dolidos corazones? ¿Notan la inmensa solidaridad entre pueblos y los ideales de justicia social que alimentan la “ajustada y democrática” propuesta de la Asamblea Nacional de Catalunya?
¿Y la izquierda? ¿Dónde está la izquierda? ¿Paseando por el Pisuerga?
Notas:
[1] No hace señalar la cosmovisión que subyace al comentario y que es él, y no lo otro, el político –y su partido: CDC- que encarna y hegemoniza hasta el momento el proceso “independentista”.
[2] Como ha señalado Àngel Duarte Montserrat de Espai Marx: “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.
[3] : http://www.vilaweb.cat/noticia/3993745/20120312/diu-full-ruta-lanc.html
El president neoliberal Artur Mas, el de EuroVegas, tras su reunión con don Mariano, saludando a sus partidarios a la entrada del edificio de la Generalitat en la Plaza Sant Jaume, la antigua plaza de la República en tiempos añorados. La misma sonrisa medio apagada que parece querer apuntar un maquiavelismo calculador que suma y resta ininterrumpidamente y una sabiduría ubicada en el más del bien y del mal, la soberbia de casi siempre más o menos ocultada (¿recuerdan lo de los niños gallegos y andaluces a los que no se les entendía cuando hablaban en castellano? [1]), el saludo con los cuatro dedos-barras del independentismo, y a pocos metros de él, cinco o seis, no más, saltándose el cordón policial, un filósofo aplaude entusiasmado.
No sólo aplaude sino que su cara muestra una admiración ilimitada por el gran político institucional y por lo que su figura encarna en estos momentos. Vitorea al líder, a su líder. Es Xavier Rubert de Ventós, el amigo de Felipe González, el que negoció con la Administración Reagan la permanencia otánica, el que habló hace una década de la conveniencia pragmática de la apuesta por la independencia, el consejero áulico de Pasqual Maragall, el compañero del sector catalanista-neoliberal del PSC. Ese mismo. Con su cara transpuesta, su entusiasmo ilimitado y su más sincera admiración por un líder carismático para sectores influyentes de las clases medias catalanas muy bien ubicadas en eso que se llama “sociedad civil”.
¿Ese es, ese tiene que ser el compromiso del filósofo? ¿No deberían otras veces argumentar que otro mundo político-filosófico es posible, que otras vías transitables son más razonables, que otras finalidades son más justas, más solidarias y, sobre todo, tienen más en cuenta los intereses y sentimientos de los desfavorecidos de la tierra catalana que no son pocos? ¿No hay filósofos e intelectuales catalanes que deban alertar a la ciudadanía de qué muy poco –y nada bueno- se puede esperar de un gobierno que ha sido líder destacado en hachazos al demediados Estado de bienestar catalán, que ha argumentado que la salud no es un derecho, que ha atacado –y ataca- gravemente la educación pública y las partidas sociales más básicas, que ha apostado por un infamia como Eurovegas y, que para acabarlo de arreglar, ha puesto su manto neoliberal en una Barcelona World en beneficio de La Caixa y de un empresario blavero subido a la ola de la estafa y burbuja inmobiliaria?
Eso sí, para que las cosas empiecen a quedar claras el senyor Francesc Homs, el portavoz del gobierno catalán, el que llamó macarra a Montoro, ha declarado que quizás -que tal vez, que posiblemente, que podríamos hacerlo mejor así, que es una vía a explorar y a tener muy en cuenta-, que acaso la decisión de la independencia no se haya de tomar en un referéndum. Que nada de eso. Hay mucha ciudadanía y las cosas pueden desmadrarse un pelín. Hay otra vía. ¿Se la imaginan? Efectivamente: que el Parlament catalán surgido de las elecciones que se van a celebrar el próximo octubre o noviembre, y que ellos esperan ganar por mayoría absoluta y aplastante, la proclame. Sin que la ciudadanía se moleste en manifestar abiertamente su posición. Ya están ellos para eso.
¿Así entienden los líderes de Convergència el ejercicio del derecho de autodeterminación? ¡Qué demócratas tan admirables! ¿Acaso piensan que la vía de la consulta ciudadana no es tan segura y que alguna encuesta de última hora ha señalado algún riesgo en la operación diseñada? ¿Piensan tal vez que quitan de este modo todo atisbo de protagonismo a los minoritarios sectores de la izquierda independentista?
Mientras tanto, para acabarlo de arreglar, ICV dice apostar por la independencia (¡quines coses que promueven los amigos ecosocialistas!) [2] y en uno de los últimos pasos de la sutil y calculada estrategia de la Asamblea Nacional de Catalunya, uno de los múltiples tentáculos de CiU, puede leerse (ayudo en la interpretación):
"En els casos en què es preveu l'impediment d'un plebiscit pel govern espanyol, el full de ruta proposa de seguir, com a complementaris de l'acció dels càrrecs electes [de los cargos elegidos], els procediments establerts per l'Agència del Cens Nacional del Poble Català” [3].
La Agència ha abierto un censo en el que se pueden ya inscribir voluntariamente todos los que se consideren miembros de la “nación catalana”. Sólo ellos.
El censo, prosiguen, ha de servir “perquè voti sobre la independència 'el poble català' i no 'la població' de Catalunya”.
¿Queda claro? Sólo el pueblo catalán que se reconoce como tal y se inscribe en el censo, y no, en cambio, la heterogénea y diversa población de Catalunya, se considere parte o integrante o no del pueblo catalán. Es decir, los nacionalistas-independentistas se constituyen en pueblo catalán y ellos, únicamente ellos, los que cocinan, guisan y comen su propio marco político, deciden la independencia. ¡Un diez y medio!
¿La finalidad? Con sus propias palabras: “legitimar un marc democràtic nacional [quieren decir, antidemocrático y etnicista] i de preparar un plebiscit organitzat pel poble català [es decir, por ellos y los suyos], amb observadors internacionals que farien de mitjancers internacionals."
¿Se dan cuenta del maravilloso panorama que se abre ante nuestros ojos y nuestros dolidos corazones? ¿Notan la inmensa solidaridad entre pueblos y los ideales de justicia social que alimentan la “ajustada y democrática” propuesta de la Asamblea Nacional de Catalunya?
¿Y la izquierda? ¿Dónde está la izquierda? ¿Paseando por el Pisuerga?
Notas:
[1] No hace señalar la cosmovisión que subyace al comentario y que es él, y no lo otro, el político –y su partido: CDC- que encarna y hegemoniza hasta el momento el proceso “independentista”.
[2] Como ha señalado Àngel Duarte Montserrat de Espai Marx: “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.
[3] : http://www.vilaweb.cat/noticia/3993745/20120312/diu-full-ruta-lanc.html
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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